viernes, 7 de septiembre de 2018

EL SILENCIO DE LAS INOCENTES


EL SILENCIO DE LAS INOCENTES

Por: Nelson Ochoa Núñez
7 de Septiembre de 2018

En una sociedad patriarcal como la nuestra,  ha escuchado hablar muchas veces de feminicidio, admitiendo   con naturalidad que un hombre mató a una mujer por motivos de celos, engaño, odio, placer o posesión. No hay hombres que “maten por amor”,  porque siempre existirá la creencia de tener el derecho de acabar con la vida de una mujer por el hecho de serlo.

Las conductas repetitivas del feminicida  parecen no variar de un hecho a otro, porque siempre tienen los mismos ingredientes. Lo único variable en todo caso, es la víctima.
                                   
 ¿Sabe Usted qué es Feminicidio?


Las cifras de feminicidio que arrojan las instituciones,  muestran claramente una normalización de la violencia de género, sin embargo, estos indicadores son la única herramienta visible que nos advierten sobre su crecimiento exponencial.

Datos de la seccional de Fiscalía de La Guajira, reporta que de julio 2015 a 30 de agosto de 2018 han  asesinado en forma violenta a  15 mujeres en el  departamento, considerados como casos activos o en investigación. Maicao, representa el 45 por ciento de todos los casos ocurridos.  En 7 de los 15 municipios del departamento se han registrado  hechos de feminicidio.

MUNICIPIO
2015
2016
2017
2018
TOTAL
Barrancas



1
1
Fonseca


1

1
Maicao
2
1

3
6
Riohacha


2
1
3
San Juan

2


2
Villanueva



1
1
Manaure


1

1
TOTAL
2
3
4
6
15
            Tasa homicidios de mujeres,  registrados en 7 de los 15 municipios del departamento

Los números  reflejan que en el  2018 se ha presentado un aumento de mujeres asesinadas por violencia de género,  en comparación con los últimos tres años. 6 casos se han registrado desde el 1 de enero hasta el 30 de agosto del presente año.



Maicao es el municipio con mayor recurrencia de violencia de género. Las investigaciones arrojan como responsables de estos hechos a sus actuales parejas  o exparejas.


Modalidades empleadas por el feminicida en los casos investigados en La Guajira

Otra institución que maneja cifras de asesinatos de mujeres en el departamento es Medicina Legal. Según sus cuentas, del 1 de enero hasta el 30 de agosto del presente año, han asesinado a 10 mujeres en circunstancias relacionadas con  robo de vivienda, ajuste de cuentas y,  tan solo 1 caso relacionado con feminicidio. Nuevamente Maicao encabeza la lista con 6 casos; seguido de Riohacha con 3 y Fonseca 1 caso.

Por su parte el Observatorio de Violencia contra la Mujer de la misma entidad,  indica en lo que va de 2018 La Guajira después del Atlántico, es el departamento en la región Caribe  donde se registran mayores casos de feminicidio. 

Para las autoridades es preocupante que en vez de disminuir, por el contrario, se agudiza  el entorno de violencia feminicida.  Cabe preguntar, ¿Estará fallando la estrategia de prevención ¿   María Isabel Smith Reviera, Directora Regional Norte del Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses responde:  

Click en Link para escuchar el audio: http://www.audiopal.com/grab_your_widget.html?mId=72633176.2


Por su parte la Defensoría del Pueblo, seccional Guajira, atendió en el primer semestre de 2018 a  2.214 casos de violencia contra las mujeres en el hogar, de los cuales: 1.843 se encuentran en indagación, 284  en investigación, 46 para juicio, 33 querellable, 7 en terminación anticipada y tan sólo 1 en ejecución de pena por considerarse como feminicidio, porque   la víctima pasó por  todos los rasgos de violencia.

“Es difícil  aproximarse con exactitud a
alguna cifra estable, porque hay mucha imprecisión
de las instituciones públicas.”


Desde el 6 de julio de 2015 se tipifica  en Colombia el feminicidio  como un delito autónomo y castiga con hasta 41 años de cárcel a la persona que haya asesinado a una mujer por razones de género.

Antes de ese año, el asesinato de mujeres a manos de hombres alcanzaba magnitudes humillantes tanto en el departamento como en el resto del país. Algunos movimientos feministas levantaban la voz ante una justicia silenciosa y exigían no más  investigaciones empíricas de la violencia a la mujer.

Informes como el de la Ruta Pacífica de las Mujeres, deja entre ver que con la promulgación de esta Ley, los asesinatos  ocurridos antes de 2015 quedaron prácticamente impunes.  En otro aparte del informe señala que el 73 por ciento de todos esos casos,  clasificados como violencia de género,  debieron  considerarse como feminicidios, no importando los años en que hayan ocurrido.

“Un solo feminicidio es demasiado. Seis, una exageración; 15 es un imposible.”



NO ESTÁN TODAS

Conozca algunos casos aberrantes pero no significativamente distintos de los tantos que ocurren cada año en La Guajira.  No se busca revictimizar los casos al realizar diferentes declaraciones, explicar los hechos y revivir la situación de violencia sufrida.  Se busca desnaturalizar la violencia de género en una sociedad mal acostumbrada. 

¡Somos Paisanas! 


Obra, Paisanas. Artista Rafael Alcalá


Cuando se le contó  al pintor riohachero Rafael Alcalá, la manera en que fueron asesinadas cuatro indígenas, en Bahía Portete, alta Guajira; el artista  interpretó el dolor de esas mujeres, pintando unos cuadros llamativos, con colores alegres y alusivos a la cultura wayuu.

Era un 18 de abril de 2004 y la calma del lugar fue interrumpida por una algarabía ensordecedora  y un espeso olor a muerte. A Bahía Porte, donde vivían alrededor de 600 indígenas, llegó un grupo de paramilitares del Frente Contrainsurgencia Wayuu apropiándose del territorio, con el propósito de facilitar el contrabando de la zona.

Con lista en mano, torturaron y asesinaron a por lo menos seis personas. Dentro de las víctimas se encontraron a cuatro mujeres, quienes fueron masacradas en manos del comandante paramilitar Arnulfo Sánchez, alias “Pablo”.

A las paisanas Reina Fince Pushaina de 13 años,   Diana Fince Uriana de 40 años, Rosa Fince Uriana  de 46 años  y  Margoth Fince Epinayú de 70 años;  les cortaron los senos, jugaron con sus partes mutiladas y las abandonaron hasta que sus cuerpos se desangraron lentamente en aquel inhóspito desierto.

“Para ese entonces la justicia penal colombiana no tenía respuesta alguna ante este acto de violencia de género.”



 “Yo aborto, pero no me mates”

Islany Gutiérrez Rodríguez, asesinada 6 de julio 2009

Habían pasado seis años desde lo ocurrido en Bahía Portete. La sociedad guajira trataba de recomponerse moralmente de lo ocurrido, cuando el 6 de julio de 2009, la prensa registró el asesinato de una joven de tan solo 20 años de edad. La víctima era Islany Marcela Gutiérrez Rodríguez.

“Papi, no me mates, ahora sí voy a abortar”, le dijo Islany Marcela al cabo segundo del Ejército Nacional Jonathan Arley Pérez Franco, momentos antes de que la degollara.

Esa versión fue contada por Anselmo Guzmán Ávila, alias “Betún”, condenado como coautor de este crimen ocurrido en el kilómetro 5 de la vía Riohacha- Maicao. Según el relato de “Betún”, en el cual se apoyó la Fiscalía para llevar la investigación contra el militar, la jovencita no accedió a suspender su embarazo de 5 meses.  Pérez Franco, siempre había considerado que la llegada de ese hijo sería un inconveniente para su carrera.

Pérez le habría ordenado a “Betún” que la matara, pero como se negó, él mismo tomó un arma cortopunzante y la asesinó en un área enmontada cercana a la guarnición del Ejército donde prestaba sus servicios. 

El cabo segundo fue capturado y condenado en febrero de 2014 a  45 años de cárcel por el delito de homicidio agravado. A los familiares de   Islany Marcela solo les queda el recuerdo de aquella jovencita alegre que fue asesinada en manos del hombre a quien ella consideraba el amor de su vida. Han pasado diez años de este  homicidio y,  a Reyes Gregorio Gutiérrez, padre de la joven,  aún se le quebranta la voz cuando habla de la manera que murió su hija: 

Click en Link para escuchar el audio:   http://www.audiopal.com/grab_your_widget.html?mId=72633204.2



“El militar fue recluido en la Tramacua, pero lo han visto andar por las calles de Valledupar. El abogado defensor del caso procederá ante una tutela para restringir beneficios.”



“Dicen que tengo la culpa”

Karen Povea, asesinada el 7 de mayo de 2014

Transcurría el año 2014 y La Guajira padecía para ese entonces los efectos del fenómeno del Niño. En las reuniones familiares era tema obligado hablar de la falta de agua en las comunidades wayuu,  la pérdida de cultivos y  ganado ocasionados  por el intenso verano.  Pero nuevamente el asesinato de una mujer robó la atención de los guajiros.

 7 de mayo de 2014, en Riohacha se rumoraba que en el Puente Guerrero, ubicado en el kilómetro 85 en la vía que conduce de esa ciudad a Santa Marta, las autoridades habían encontrado el cuerpo sin vida de una mujer y un bebé de meses. Todo indicaba que la víctima correspondía a Karen Povea de 20 años, hija de Patricia Marino, una reconocida funcionaria del Sena regional Guajira, quien trabajaba en la Red de atención a víctimas de desplazamiento forzado.

Eran las tres de la tarde del martes 6 de mayo, Karen esperaba  en casa de su mamá a su novio, quien la recogería a ella y a su bebé de cuatro meses para ir al corregimiento de camarones, a unos veinte minutos de Riohacha, para hacer una vuelta.

Antes de salir, la joven le dejó el celular a su hermana menor y le dijo que lo tuviera en su poder por si le pasaba algo. Después de eso, no se supo más de Karen y de su hijo. 

El informe de Medicina Legal indica que la mujer  murió por un disparo en la sien derecha. El menor estaba a unos 50 metros dentro del arroyo Guerrero con golpes en su cara y cabeza. Karen tenía señales en uno de sus brazos de haber sido canalizada, no presentaba señales de tortura o abuso sexual.

La Policía Nacional informó que los cadáveres fueron hallados gracias a información de indígenas que vivían en una comunidad cercana a donde ocurrió el doble asesinato.  Se desconoce actualmente el paradero del  entonces novio de Karen, el principal sospechoso de este crimen.

“Algunos justificaron el homicidio de Karen, porque supuestamente ella sabía lo que era capaz de hacer el novio.”


¿Alguien me ha visto? 

Jessuris López Martínez, desaparecida 7 marzo de 2015

Casi un año después del asesinato de Karen y de su hijo, los medios de comunicación reportaron la desaparición de una mujer wayuu de 23 años. Su nombre era Jessuris López Martínez. Familiares afirman que el día que desapareció, se despidió como de costumbre y refirió que antes de ir a la clínica, lugar donde trabaja como auxiliar de enfermería, pasaría por casa de su esposo Juan Carlos Mercado López. La pareja estaba en proceso de separación y lo único que los unía era un hijo de tres años.

Este caso tomó un rumbo inesperado cuando a las semanas siguientes, asesinaron  a Juan Carlos, quien para las autoridades era el principal sospechoso de la desaparición de la mujer, porque era la última persona con quien Jessuris había conversado.

La familia de la joven  aún la sigue buscando, piensan que ella sigue con vida;  pero de no ser así, quieren encontrar su  cuerpo. Para los wayuu los muertos son sagrados y tienen el compromiso de acompañar el espíritu a la segunda vida, después del mar, al paraíso del rencuentro, al Jepirra.

Desde el 7 de marzo de 2015, nadie ha visto a Jessuris, su caso sigue en investigación, su tía Leída Ester Cambar Ramírez, es quien ha tomado la vocería para dar con el paradero de su sobrina:  

Click en Link para escuchar el audio: http://www.audiopal.com/grab_your_widget.html?mId=72633160.2

A este hecho, se sumaba  la desaparición de dos indígenas en  la zona rural del municipio de Manaure, a quienes las autoridades no tenían mucho conocimiento del caso. Hasta la fecha, no se conoce el paradero de estas dos mujeres y  en el perfil de sus expedientes reseña “desaparición forzada”. En las instituciones, ya se hablaba de cómo las féminas estaban siendo víctimas mortales de las relaciones desiguales con los hombres que las rodeaban en una región totalmente patriarcal.

Para ese entonces, la Defensoría del Pueblo a través de la Oficina Delegada para Asuntos Indígenas y Minorías Étnicas, mostraba su preocupación por la desaparición de mujeres indígenas en el departamento.   José Claro Cotes, Delegado, dio la siguiente declaración:

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“Una Piache,  mujer  wayuu dotada de poder sobrenatural, consultó los espíritus para dar con el paradero de Jessuris. Los espíritus guardaron silencio.”




¡Sé quién me mató!

Mileidys María Castillo, asesinada 22 septiembre de 2016

Era un día  cualquiera de aquel 22 de septiembre de 2016, en el corregimiento Los Pondores, ubicado a quince minutos de San Juan del Cesar. Un lugar donde prima la vegetación y se escuchan a muy tempranas horas el canto de las aves.

Esa mañana, Mileidys Castillo Galván, de 20 años de edad, con 7 meses de embarazo,  había visitado a una comadre en una finca cercana.  Rato después, la mujer se despide y sigue su camino a la parcela donde vivía con su esposo. Desde ese día, se perdió misteriosamente su rastro.

Pasaban los días y los familiares de Mileidys les solicitaron a las autoridades que investigaran a Marlon José Molina Moreno, esposo de la desaparecida,  quien tenía varias versiones y su comportamiento era inusual. José Manuel Castillo, tío de la víctima, así recuerda:

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Ocho días después, la mujer fue encontrada sepultada a orillas del río Cesar, con señales claras de tortura. Las pruebas recopiladas por los investigadores arrojaron como responsable a Molina Moreno, quien había huido de la zona con rumbo desconocido.

Tras varios meses de labores de inteligencia, el hombre  de 26 años de edad y quien se desempeñaba como vigilante, fue capturado el 10 de mayo de 2018  en la zona industrial de Puente Aranda, en Bogotá, por servidores del CTI Seccional Guajira de la Fiscalía, en cumplimiento de la orden proferida por el Juzgado Quinto Penal Municipal de Riohacha. A  Molina Moreno se le imputaron los cargos como presunto responsable de feminicidio agravado  por torturar, asesinar en estado de embarazo  y sepultar a su cónyuge.  El hombre no se allanó a los cargos.

“No todos los casos tienen la misma resonancia en la sociedad, algunos pasan “desapercibidos” porque los mismos familiares prefieren que no se haga eco para evitar  que se conozca que el responsable hace parte o es muy cercano al núcleo familiar.”


  “Soy wayuu”

Juana Almazo, asesinada 24 septiembre de 2017

24  de septiembre de 2017, era un sábado cualquiera, como solía ser en la comunidad indígena Camino Verde.   Juana Almazo Uriana, de 40 años de edad, se despertó muy temprano y le recomendó el cuidado de la  casa a uno de sus ochos hijos,  mientras ella regresaba de hacer algunas vueltas en Uribia, municipio ubicado a quince minutos de su comunidad.  Pasaron las horas, Juana no llegó al medio día como solía hacer, tampoco lo hizo en la tarde y al día siguiente, por lo que familiares iniciaron la búsqueda entre Uribia y Manaure, pero los resultados eran negativos para su hallazgo.

El  lunes 26 de septiembre, operarios de una multinacional se encontraron en cercanías del corregimiento El Pájaro, zona rural de Manaure, los restos mortales de una mujer, que a juzgar por su vestimenta pertenecía a la etnia wayuu. El cuerpo de la mujer  estaba siendo devorado por las aves de rapiña y otros carroñeros de la zona. Después de pruebas científicas por parte del Instituto de Medicina Legal y Ciencias Forenses de Barranquilla, hasta donde fueron trasladados los restos, se confirmó la identidad de aquella mujer de cara sonriente que salió ese sábado por la mañana de su comunidad y se despidió con mucha prisa para evitar que le calentara más el sol.  Las investigaciones no han dado con los responsables de este homicidio.

El caso de Juana, se convierte en uno de los casos  atípicos dentro de la cultura wayuu, porque los familiares decidieron que una institución occidental manipulara el cuerpo para conocer más detalles de su muerte. La gran problemática que tienen las entidades responsables en la cadena de investigación de un feminicidio donde la víctima es una mujer indígena es enfrentarse con la barrera cultural.

Juan Manuel Berrio, Director Seccional de Fiscalía de La Guajira, comenta de las implicaciones que tiene un homicidio dentro de  la cultura wayuu: 

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Los indígenas no permiten que al cuerpo de uno de sus muertos y menos de una mujer le practiquen la necropsia, lo que dificulta cualquier clase de diagnóstico. Agustín Ballesteros, autoridad tradicional wayuu da sus razones desde el punto de vista de la cosmología indígena:

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“El próximo 24 de septiembre de 2018, será el cabo de año de la muerte de Juana. Según la tradición wayuu, familiares y amigos comerán y beberán chirrinchi alrededor del cementerio donde fue sepultada.”


¡LO QUE CALLAN LAS MUJERES!

Antes de darse  un  feminicidio, el hombre pasa a la mujer  por un sinnúmero de agresiones físicas, psicológicas y verbales. En enero de este año, la Fiscalía General de la Nación, publicó un informe en el que señala que de cien mujeres que denuncian haber sido víctimas de violencia intrafamiliar, diez son víctimas de feminicidio.

En el caso de La Guajira, la Fiscalía seccional, ha indicado que se vienen presentando casos donde el ciclo de violencia reincide porque las víctimas deciden retirar la denuncia; especialmente mujeres indígenas quienes argumentan que su agresor será juzgado por sus usos y costumbres. 

                                        Nancy Ipuana Pushaina, agredida por su pareja el 27 agosto de 2018

Este es el caso de Nancy Ipuana Pushaina, de 25 años de edad, trabajadora social de profesión; quien fue golpeada en reiteradas oportunidades por su esposo Jorge Luis Rosado. Ese día, el hombre llegó a su  casa en estado de embriaguez  y sin mediar palabras le propinó a Nancy una brutal golpiza hasta dejarla inconsciente delante de sus pequeños hijos.

 La víctima fue ingresada de urgencias al hospital de Manaure y fue remitida horas después a Riohacha a una clínica de mayor complejidad para tratar los golpes recibidos. La mujer presentaba hematoma evidente en su rostro y extremidades.

Días después, cuando el cuerpo médico le dio de alta, Nancy  retiró la denuncia contra su agresor en la Fiscalía  y argumentó que su pareja iba a ser  juzgada a través de la  ley wayuu. Esta es la tercera vez que la mujer es agredida por su pareja.

Separando este caso de todo marco cultural, Martha Pedraza, psicóloga clínica y familiar del ICBF regional Guajira, argumenta desde lo patológico el comportamiento de sumisión de la posible víctima de feminicidio: 

Click en Link para escuchar el audio:  http://www.audiopal.com/grab_your_widget.html?mId=72640702.2


“Comienza siempre con un regaño, continúa con amenazas, golpes, prohibición de decir lo que se piensa y lo que se siente, abusos  sexuales permanentes y amenazas de muerte que  finalmente se cumplen”


En diciembre de 2016 en el corregimiento de Monguí, zona rural de Riohacha, Claudia Atencio de 22 años de edad fue víctima de violencia intrafamiliar  por su compañero sentimental. Esta no es la primera vez en que Claudia es golpeada por su pareja, los familiares han tenido que intervenir para evitar un desenlace fatal.  Para conocer más de este hecho,  Laida Atencio,  tía de la mujer  nos refirió:

Click en Link para escuchar el audio:   http://www.audiopal.com/grab_your_widget.html?mId=72633220.2



“¿Por qué se deja pegar y no hace nada?, ¿Por qué nunca acudió a las autoridades o buscó ayuda antes de que la mataran? Son algunas de las preguntas recurrentes que se hace la sociedad. “


Mientras que todas las miradas se centran en las cifras, la violencia de género hace estragos en una sociedad con rasgos brutales de misoginia. Por otro lado, muchos de los casos permanecen invisibilizados, solo presentes en la memoria colectiva de las comunidades que vieron semejantes atrocidades  cometidas en mujeres que eran  madres, hijas, esposas, amas de casa, líderes sociales, empleadas, desempleadas, niñas, adolescentes y  ancianas. Mujeres asesinadas a balazos, descuartizadas, violadas, asfixiadas o golpeadas hasta morir. ¡Las siempre muertas, las siempre vivas!     
     



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